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Sobre el autor

Silvia Rodríguez Izaguirre

Composición dedicada a la memoria de Manuel Rodríguez "Varrona"

Composición de Silvia Rodríguez Izaguirre dedicada a la memoria de Manuel Rodríguez “Varrona” con motivo del homenaje póstumo realizado por el Instituto Municipal de Arte y Cultura IMAC en Tijuana, B.C. el 28 de Octubre de 2020.

Hoy dedico esto a mi padre…

Al padre que aprendí a conocer a través de los cuadros que colgaban de las paredes en la casa de mi abuelo materno.

De cómo se me fue la infancia pensándolo, extrañándolo, añorándolo.

Así lo amé y así lo amo, más que a nada en el mundo.

Cuatro años juntos, mis padres se separaron y yo sin realmente conocerlo solo guardaba flashes de memorias vividas los primeros años de infancia.

Y mirando sus pinturas me llenaba el alma con recuerdos de su corta estancia, y así mantenía la esperanza un día volvería y estaríamos juntos para no separarnos jamás.

El sueño se hizo realidad, año 1965 sonó el timbre en la casa de mi abuelo, como casi siempre pasaba, él me adelantaba el paso y yo corría detrás de él. Al abrirse la puerta escuché: ¡hombre! ¿Cómo estás Manuel? Un grito escapó mi garganta ¡ese señor se parece a mi papá! Y mi abuelo haciéndose de lado lo dejó pasar, él extendiendo sus brazos dijo ¡soy tu papá hijita! Y sus palabras y su fuerte voz, quedaron por siempre grabadas en mi alma y mi corazón.

¡A partir de ahí a vivir! ¡De un padre, un amigo! Alguien en quien confiar, preguntarle de cualquier tema, mis penas, mis alegrías, las dudas que yo tenía, él quería escucharme y compartirlo todo ¡él sabía responder a todo! Daba gracias a Dios.

Compartimos un tiempo hermoso, pude sentir su ayuda, su apoyo, sus enseñanzas, él era perfeccionista y sabía tanto, ¡parecía saberlo todo!

Mientras me ayudaba con tareas escolares, a memorizar poemas, a la patria, a la bandera, con los ademanes correctos y en la entonación debida, descubrimos juntos que la vida era simple y pura poesía.

Y yo luchaba cada día por no decepcionarle, y día con día lo amaba, mucho, ¡pero mucho, mucho más!

Una tarde llegó y me dijo “hija te traje un obsequio, y de un paquete sacó uno de entre varios libros. Sin comprender yo, mi alma de niña sintió una gran desilusión… ¿el regalo era un libro? ¡yo solo quería un juguete!

¡Pero pronto comprendí su incalculable valor, pues juntos después los leíamos cada tarde, en la banca de aquel parque y el cielo se iluminaba, y los árboles nos saludaban, y así se siguieron los libros, llenando todos mis días, mis sueños, mis fantasías! “Viaje al Fondo del Mar”, “La Vuelta al Mundo en 80 Días”, “Simbad el Marino”, “Las Mil y Una Noches”, “Heidi”, “Mujercitas”, fueron regalos invaluables, eso decía mi padre y yo le creía, ¡oh mi Dios, le creía!

Mi primera introducción a la música clásica con Pyor Ilit Tchaikovsky, “La Bella Durmiente”, “El Cascanueces”, luego “El Lago de los Cisnes”. ¡Mágico fue el ballet en el bosque de Chapultepec!

¡La danza ocupaba ahora toda mi ensoñación! Y él, ni tardo ni perezoso a las clases me llevó, a Bellas Artes me inscribió, ¡que honor, que horror y qué miedo ese examen me provocó!

Pero tenía que bailar como lo hacía en mis sueños, como aquellas bailarinas que danzaban saltarinas, ¡mi padre también soñó!

Pero se fue… y todo volvió a quedarse a medias, no más clases de ballet, con nadie podía leer, ni hablar de nada otra vez.

Problemas dijo tenía, y que otros más habría si se quedaba, explicaba, y que nunca alcanzaría todo por lo que luchaba, que era por nosotros decía, para poder darnos un día, la vida que todos deseaban.

Partió, se fue otra vez, y mi corazón con él.

Y así siguió la persecución, ¡él corriendo y yo tras de él!

Regresó años más tarde, año 1975, yo casada: “Ignacio Rodríguez, tu yerno dije, y tu nieta Silvia Alicia!” … “Bella niña y la besó!” ¡Ya era abuelo!, emocionado nos dijo.

Recorrimos la exposición en galería de Coyoacán, charla amena, un buen vino, un restaurante, y con mucha emoción lo escuchábamos atentos. Pero fue muy breve el tiempo, solo estaría unos días, los mismos de la exposición.

Tijuana, Yucatán, Ensenada, Tijuana, París, Francia, Alemania, Seine, Berlín, regreso a París. El correo traía cartas, cartas y más cartas, que narraban aventuras, sufrimientos, desventuras, toda su férrea lucha por ser reconocido en el arte, destacar en la pintura, nuevos libros leídos, más amigos y otros más; ¡y él persiguiendo sus sueños y yo persiguiéndolo a él!

Y así pasaron los años, regresó de París un día, y se encontró que la nieta antes ya conocida, contaba catorce años. Conoció a otros dos nietos, César Ignacio y Manuel Guillermo y él, muy feliz de conocerlos y de estar entre familia, ¡fiesta, vino y tequila cada día! Esta vez por largo tiempo en el nido se instaló.

Vivimos más aventuras, algunas exposiciones seguidas de largas bohemias, algunos logros deseados, pero pasando los años, sus deseos, sus esperanzas, otros sueños lo volvieron a asaltar, y se volvió a escapar a la tierra prometida, quedarse en su Tijuana nos dijo.

Ida y vuelta, vuelta e ida, yendo y viniendo, y así nos ganaba el tiempo hasta quedarse de fijo.

¡Cada visita una fiesta, pues la familia crecía y amorosa compartía cuando “Varrona” venía!

Ya los nietos con biznietos, Nicolas Maximiliano, Noah Silvana, Dylan Didier y César Andreiy.

Y él jugaba, les pintaba, y los pintaba, y ellos lo contemplaban con absorta admiración, trayendo así a mi memoria cómo cuando yo era niña.

Y él sonriendo les hablaba y a museos se los llevaba, “La Casa Azul” donde vivieron Diego Rivera y Frida Kahlo, grandes pintores mexicanos, donde fue recibido Trotsky y a continuación la historia…Y así nos seguía narrando. En sus últimas visitas otro museo encontró; uno nuevo celebraba, ¡Vamos pronto a conocer! Y nos fuimos todos juntos a Polanco a recorrer el nuevo museo “Soumaya”. Pasillos y más pasillos, de pinturas todos llenos, y también las esculturas y casi sin detenerse, incansable parecía, ávido de mirar las obras, un Monet, un Godard, un Goya” Cezanne, Van Gogh, ¡Ah!!Los relojes de Dalí!

Por sus nombres los llamaba antes de llegar a un cuadro, año que fueron pintados, vida y obra de autores, conocía los escultores, ¡que saber y qué memoria! ¡Hambre de conocer que inspiraba!

Pero otra vez se fue el maestro escurridizo y efímero padre, abuelo y bisabuelo, ya no está en su eterno andar, ya no irá ni vendrá. ¡La avenida Revolución ya nunca será la misma, ni el Caesar’s ni su sazón tendrán el mismo sabor, ni el Centro Cultural Tijuana, aún con todo su esplendor, ni su tan querido IMAC que rinde honor a su memoria!

Hoy, en este suelo querido, sentimos gran emoción, ¡estás aquí oh padre querido! En nuestros corazones vives.

Pudimos por fin comprender, porqué se quiso quedar en su terruño natal, ¡su Tijuana preferida! La Tijuana de sus amigos, tantos buenos y queridos, donde pudo alcanzar el premio a todo su esfuerzo, sus incansables luchas, ¡dejar su nombre grabado en la historia de Tijuana!

¡Gracias por el legado Padre! Gracias por los recuerdos, por los heredados amigos, pero sobre todas las cosas… ¡gracias infinitas Padre por el gran don de la vida!

A mi querido Padre Manuel Rodríguez Sarabia conocido como Manuel Varrona.

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